Resumen
No sólo la educación agrícola, sino toda la educación superior, enfrentan actualmente desafíos decisivos. Entre ellos, el desafío de maximizar la calidad de la enseñanza-aprendizaje representa un elemento de importancia creciente, porque de ella depende la relevancia de los estudios superiores. Las estrategias tradicionales ya no alcanzan para llegar a un desarrollo más productivo de la calidad. Básicamente, se trata de una transformación de la identidad institucional hacia una organización que sepa aprender. El objetivo ya no puede ser la maximización de la clásica calidad educativa, sino que lo que importa es un cambio de la cultura de los procesos de la enseñanza y del aprendizaje. Son cinco las dimensiones esenciales de este cambio: un enfoque más significativo hacia el aprendizaje, la integración de las competencias meta-cognitivas, la apertura hacia las necesidades sociales y ambientales, la formación de comunidades de aprendizaje y el desarrollo continuo de la organización. Esto no será fácil, y tomará tiempo. Se necesita generar una nueva visión compartida con un perfil del egresado, mirando mucho más allá de los conocimientos científicos tradicionales, es decir, un perfil que integre las competencias claves relevantes para un mercado dinámico de empleo como para la vida social. Cumplir con este desafío en las instituciones de la educación superior agrícola, exige formar grupos estratégicos de apoyo mutuo y lograr el desarrollo individual hacia una maestría personal.