Resumen
El desastre ecológico hacia el cual nos encaminamos es innegable. La aplicación de medidas correctivas se complica por la necesidad de alimentar a un número mayor de personas y mejorar la dieta de las existentes. Además hay consideraciones religiosas, políticas o económicas, o simple comodidad. El resultado es buscar mejorar lo que se hace, sin considerar si lo que se hace es racional. Se gastan ingentes sumas de dinero en mejorar la producción de las fincas pequeñas en zonas marginales, especialmente en laderas. Muchas no generan un ingreso adecuado porque son suelos pobres y falta de tierra, tecnología y capital. Además los términos de intercambio han cambiado en desmedro de la agricultura. Para mantener el ingreso el agricultor reduce los costos sin un efecto inmediato en la producción como la conservación de suelos. La sociedad se enfrenta a la alternativa de permitir que unos cuantos, para subsistir a corto plazo, destruyan un recurso no renovable, lo que a mediano plazo imposibilitará la subsistencia de todos. Probablemente el beneficio sería mayor si se busca reubicar a estos agricultores e intensificar la producción en las tierras agrícola. Además, la pregunta que nunca se le hace al agricultor es si en realidad quiere serlo, o si lo es porque nació en el campo y no ha tenido otra oportunidad. En Latinoamérica la existencia de tierras vírgenes a bajo costo ha permitido mantener un sector agrícola poco productivo. Sin embargo, las tierras buenas bajo bosque se acabaron y hay otros usos que compiten con la agricultura por los bosques que quedan. Para aumentar la producción, hay que intensificarla, lo que requiere capital, pero más importante aún, recursos humanos capacitados, los que por su alto costo difícilmente pueden ubicarse en fincas pequeñas.